Aracena bien merece un pedazo de vida y si me apuran, la vida entera. Cuando era bastante joven, tuve la suerte de visitarla en varias ocasiones. Tenía un pub, El imperdible, templo de la modernidad, en una calle empedrada cuya pendiente nos llevaba al castillo, era una vieja casa encalada, de una sola planta, con una puerta de cristales que servía para amortiguar el sonido. En su interior no había muebles, unos cubos se amontonaban según el día de una manera u otra. Al fondo una barra de madera donde Ramiro servía y Joaquín nos ponía lo mejor de la música de la época: Ramones, Lou Reed, Psychedelics Furs… Son algunos de los grupos que siempre asocio a aquellos días, pero eran muchos más, allí podías escuchar y bailar con lo mejor. Un puntero láser, entonces no eran fáciles de conseguir, se multiplicaba gracias a cristalitos situados estratégicamente por todo el local. El público asiduo, era todavía mejor, parecía que acababan de llegar desde lo mejor de la movida. Re...